En 2006, más de 100 organizaciones de 40 países publicaron un llamamiento a constituir el 8 de abril como Día Internacional de Oposición a los Alimentos Transgénicos. La iniciativa tenía que ver con la preocupación acerca de la creciente expansión de la producción de cultivos genéticamente modificados y a los peligros potenciales que implica, tanto para la Naturaleza como para la salud humana.
Ese día se eligió para que coincidiera con la firma del Convenio de Chicago sobre Biotecnología y el objetivo fue también promover la agricultura ecológica y sustentable.
Fue durante los últimos años del siglo XX cuando comenzó la siembra de cultivos transgénicos y, desde entonces, la superficie sembrada no ha parado de crecer en todo el mundo. Si bien hay muchos países que han prohibido su utilización, cada vez son más los que la implementan.
Los alimentos transgénicos son aquellos que se han obtenido a partir de la modificación genética de la estructura original de los cultivos, haciendo que se obtengan las características más favorables para su producción.
Los defensores de la producción transgénica argumentan que la modificación genética de los alimentos permite que sean más resistentes, fáciles de transportar y de mayor durabilidad, lo que reduce el desperdicio. Además, soportan de mejor manera las plagas y las distintas enfermedades de los cultivos, lo que garantiza no solamente el abastecimiento, sino también la actividad y los ingresos de los agricultores.
Por su parte, los críticos de los alimentos transgénicos señalan sus efectos nocivos para la salud, así como el agotamiento de los suelos y la marginación de la agricultura tradicional y los pequeños productores.
La aparición de alergias y de nuevas enfermedades son algunos de los llamados de alerta que han irrumpido a partir del consumo constante de alimentos transgénicos y la manera en que podrían afectar a la salud de los consumidores de este tipo de productos.